sábado, 2 de mayo de 2015

La justicia es ciega, no vegana

En el Espacio Cultural Acevedo, los domingos a las 21 hs, Marcio Barceló Manelli reestrena en la escena porteña "Una libra de carne". La obra, del dramaturgo argentino Agustín Cuzzani, reversiona el clásico shakesperiano "El mercader de Venecia" reencarnándolo en una crítica aguda y sagaz del sistema capitalista. Aquí, algunas consideraciones esenciales de la obra y la palabra de quien le da vida cada domingo. 

El "Mercader de Venecia", obra teatral de William Shakespeare publicada en el año 1600, fue inspiración de muchas adaptaciones que buscaron hacer de la historia del Bardo la propia. La pieza retrata a partir de la concepción del personaje de Shylock, un prestamista usurero judío, el tipo ideal del burgués capitalista. En la búsqueda de la maximización de la ganancia, recurre a la usura y especula con los intereses del dinero que le presta a sus clientes, bajo el halo impiadoso de una falsa filantropía. Antonio, un mercader veneciano que ha empleado su dinero en barcos que tiene en el extranjero, recurre a él para socorrer económicamente a un amigo en apuros. 
En el cine metamorfoseó en las cintas de Jack Gold para la BBC en 1980 y en la de Michael Radford en el año 2004, protagonizada por Al Pacino en el papel de Shylock. Encarnando el mismo papel, pero esta vez desde las tablas, Pacino protagonizaría la pieza en Broadway en el año 2010 en una de las maravillosas versiones que se han visto de la obra. 
En "Una libra de Carne", Agustìn Cuzzani, creador de la "farsátira" - género teatral que mezcla la farsa con la sátira-, completa el cuadro reemplazando a Antonio por el personaje de Elías Beluver. Beluver, respondiendo al tipo de ideal del proletario, recurre a Tomás Shylock García que le envía, en medio del desasosiego, corredores que le ofrecen la ayuda económica del oportunista. Acuciado por las deudas que no alcanza a pagar con el salario de subsistencia por el que trabaja, enfermo y acechado por su mujer y la crisis en la que su matrimonio se encuentra, recurre finalmente al préstamo ofrecido.

Cuando los intereses lo ahogan y no hay garantía que pueda avalarlo, Beluver acuerda un nuevo plazo de pago comprometiéndose a pagar la deuda en caso de vencerse, con una libra de carne del costado izquierdo de su pecho. Es llevado entonces a la Corte para ser juzgado para que un jurado determine su culpabilidad y se cumpla la condena indicada. 
La pieza de Cuzzani es de tal actualidad, que suma a la crítica que hace de la enajenación del sistema capitalista y de la mercantilización del trabajador (Beluver es un humilde trabajador que debe pagar su miseria con una libra de su propia carne) una reflexión que invita a cuestionar la infalibilidad de la justicia. El jurado que ha creado para decidir el destino de Beluver, se compone de un visitador médico, una maestra, un ama de casa y un jubilado. Desde el prejuicio unos (el ama de casa y el jubilado lo juzgarán de acuerdo a lo que deducen y concluyen de lo que han oído en los medios de comunicación) y desde la mirada agudizada que la especialización de sus profesiones les ha dado los otros, los cuatro se decidirán por la culpabilidad o la inocencia de Elías Beluver. 
Con los prejuicios intrínsecos de cada uno de los jurados, los unos por la "falta de seguridad", los otros por la "molicie" y "la incapacidad de ahorro" llevarán a cabo el proceso de decisión: ¿Es Beluver realmente culpable? 
Desde la puesta en escena, Marcio Barceló apuesta a sacarle todo el jugo a la farsátira. Ambientada en un tribunal donde las máscaras justifican la ceguera que reina en el mundo de la justicia, se multiplican los momentos donde el humor atenúa por un rato la realidad que somete al acusado. Con impecables interpretaciones, el elenco es homogéneo y se lucen el coro en su conjunto, el jurado, y los personajes principales por igual.
Desde el proscenio, hasta bambalinas, las carcajadas brotan con escenas tragicómicas que se intercalan con las vivencias personales de quienes testifican desde la butaca. La cotidianeidad de Beluver nos inunda y con ella los interrogantes que hacen de él un hombre inocente. Las respuestas quedarán flotando en el aire y buscarán lugar, mientras el jurado decide el destino de Beluver. La justicia es ciega, aunque no vegana. 



ENTREVISTA A MARCIO BARCELO MANELLI: (Director de una libra de Carne). 
¿Cómo llega a tus manos el texto de Cuzzani: "Una libra de carne"? 
El texto lo conozco desde hace muchos años, cuando estaba cursando en la tecnicatura de teatro (que pertenecía a la escuela de danzas N º1 y ahora se independizó y es la primer escuela de teatro a nivel medio). La hice con la profesora Natalia Villar, mi personaje era Shylock García. La hicimos como muestra de fin de año. Luego me volví a encontrar con el texto, en el 2013: fui a ver una muestra de teatro de Martín Urbaneja, y mientras estaba ahí volvió a mi "una libra de carne", la obra y como hacerla. Como iba a ser o quería que sea. A la otra semana ya estaba armando el elenco. 

La puesta en escena apunta desde el texto de Cuzzani, a la conservación de algunos elementos típicamente shakesperianos. ¿Cuáles son aquellos que consideraste imprescindibles a la hora de elegir los matices a conservar? 
Creo que Cuzzani acercó a Shakespeare a nuestro puerto. Lo bajó para que nosotros podamos acceder con nuestra propia cultura. Lo resignificó, le dio su propia opinión, con sus propias ideas, y supo hacerlo de la mejor manera. Ese trabajo ya estaba hecho cuando yo tomé el texto, igualmente gracias a eso tuve la oportunidad de seguir direccionando esos hilos que me había dejado Cuzzani. Nos apropiamos del texto con todo el equipo de trabajo, hicimos lo que Cuzzani a Shakespeare, pudimos reavivarlo nuevamente, tomar decisiones para dejar un trabajo claro y conciso, sin vueltas, con nuestros códigos culturales, portuarios. 

"El Mercader de Venecia" es una obra que juega con los tipos ideales de sexualidad y erotismo. En la puesta de "Una Libra de carne" se despliegan desde el vestuario y los rasgos físicos.  ¿Hubo premeditación en esta sutileza?
 Al ser una comedia, creo en el trabajo de composición corporal como una buena herramienta para encararla. Hay una realidad física y tangible que son los cuerpos en escena de los actores, toda la puesta se está jugando con los actores que representan, además ellos hacen mas de 2 personajes cada uno y la construcción corporal nos permitió encontrar dinamismo y una mecánica de funcionamiento. A la hora de decidir sobre el eje de construcción, encontramos que la energía ubicada en el vientre, en el sexo era la que más nos movilizaba la escena, la que mejor respondía. De todas maneras, la sexualidad aparece en la obra como un colchón que sostiene la conjunción de monólogos que la forman. Lo que prima en el texto es la parte cívica, humanista. El texto argumenta la tragedia que vive Elías Beluver para terminar en un tribunal de justicia donde se pone en juego su culpabilidad o inocencia. Pero como Agustín Cuzzani etiqueta a su obra como una "farsátira", a la hora de representarla tomé la decisión de que el ojo del espectador esté puesto en el despliegue de los actores en el argumento, y que el argumento caiga como un baldazo de agua fría después del calor de los cuerpos; que el espectador diga: - "Uy, a todo esto, al tipo lo estaban juzgando". 


El jurado que juzga a Elías Beluver está integrado por cuatro estereotipos vigentes en nuestra sociedad. ¿Cuál es la metáfora que te gustaría legarle a tu público en tanto actor social?

Toda la obra esta maniobrada con un código instalado en la comedia del arte. Los actores utilizan máscaras, son arquetipos, tipos fijos sociales. A la hora de construirlos dimos mucha importancia en otorgarle a cada personaje una similitud con los arquetipos de la comedia del arte (zannis, viejos, dotores, capitano, enamorados, etc...). A partir de ahí le sumamos las similitudes socio culturales de nosotros, los argentinos, específicamente los porteños. Creo que cada espectador puede estar de acuerdo o en desacuerdo con cada personaje, puede empatizar y odiarlo o amarlo. Al estar tan cercanos a nosotros, cada espectador puede ponerle a cada personaje el nombre de un familiar que es parecido, o el nombre de un amigo que tiene el mismo tipo de opiniones. Y para mí eso es impagable, que haya un reconocimiento es que el objetivo particular del producto está finalizado, que se logró una interacción real y particular con cada persona que viene a ver "La libra". Después lo que hace cada uno con ese estímulo, es personal. Puede que no cambiemos el mundo, pero pudimos ponernos de acuerdo algunas horas en un teatro, pudimos decir todos lo mismo, el equipo y el público. 





Ficha técnico-artística: 

"Una libra de carne" 
de Agustín Cuzzani 

Elenco: 
Federico Emilio Bramati - Facundo Adamo - Adrián Alejandro Malta - Leandro Moro - Mara Sapir - Santiago Damián García - Silvina Edith Gracía - Juan Ignacio Flores - Sebastián Gonzalez Pitta - Julián Chertkoff - Tomás Chediex 
Dirección: 
Marcio Barceló Mannelli 
Asistencia de Dirección: Pedro Padilla López 
Producción: Julieta Carrillo 
Asistencia de Producción: Camila Casaubon 
Escenografía y vestuario: Daniela Chihuailaf 
Asistencia de escenografía y vestuario: Valentina Remenik y Daniela Chihuailaf
Diseño de luces: Lucas Lavalle 
Música: Juan Pedro Braun 
Diseño y realización de máscaras: Adrián Malta y Marcio Barceló 
Colaboración en realización de mascaras: Elenco 
Fotografía: Dafne Szleifer 
Diseño gráfico: Guadalupe Guada Lobo 
Diseño de carpetas y gacetillas: Martin Thompson
Género: Farsátira 
Duración aproximada: 90 minutos 


Acevedo 460 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina 
Teléfonos: 4854-2257 
Entrada: $ 90,00 - Domingo - 21:00 hs - Hasta el 03/08/2014



La nota ha sido publicada en la Revista Alrededores:  http://www.alrededoresweb.com.ar/2014/07/la-justicia-es-ciega-no-vegana.html

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